"Si estás en el área y no estás seguro de qué hacer con el balón, mételo en la portería y después discutiremos las opciones". Bill Shankly

sábado, 29 de diciembre de 2012

La telebasura de Mourinho



José Mourinho es un gran entrenador. Sabe mucho de fútbol y ha cosechado a lo largo de su carrera como técnico numerosos títulos. Es amado e idolatrado por los seguidores de todos -ahora más bien, casi todos- los equipos que ha dirigido. Todo esto es indiscutible por mucho que sus detractores se obstinen en rebatirlo.

Su soberbia, su arrogancia y su zafia chulería parecieron agradar al madridismo en sus dos primeras temporadas. Todo apuntaba a que se había convertido en la nueva insignia de la afición merengue, que dirigía fervorosamente gran parte de sus cánticos al portugués. Mou había logrado reducir considerablemente la diferencia abismal que había separado al Madrid del Barça en las últimas campañas. Además, logró incrementar hasta límites inimaginables la enemistad entre merengues y culés. Al madridismo, sobre todo a los aficionados más jóvenes, les apasionaba este nuevo y valiente “mártir” que siempre se escudaba en los errores arbitrales y que, de forma muy osada, lanzaba en las ruedas de prensa innumerables pullas al barcelonismo y, mayormente, a Pep Guardiola. Se le encomiaba por su franqueza y por ser todo lo contrario que su homólogo barcelonista, a quien se le criticaba con dureza por su falsa modestia. Parecía encajar como anillo al dedo en esta sociedad donde tanto gusta la polémica, la sobreactuación y la desviación de las propias culpas. Este nuevo ambiente grotesco que envolvía a Mourinho y al madridismo por extensión, no se alejaba mucho de la siempre existosa telesbasura que tan buena audiencia cosecha. Digamos que Mourinho “telebasurizó” al Real Madrid. La victoria y el infatigable propósito de desbancar al Barça se convirtieron en el primer y único principio del Madrid de Mou. De qué importa la calidad de un programa, si prescindiendo de ésta se pueden obtener perfectamente buenos resultados de audiencia. Este Madrid acaudillado por Mourinho adaptó mejor que nadie el método representado en la frase “el fin justifica todos los medios”.

 Tal obsesión acabó también por mutilar la idiosincrasia del Real Madrid, sus valores. El club merengue se había caracterizado siempre por su señorío. De hecho, leyendo unos artículos que escribió Javier Marías, madridista empedernido, en la década de los ochenta y noventa, me he percatado, aún más si cabe, de este cambio brutal que han sufrido los valores tradicionales del Real Madrid . Marías, en sus escritos, se mostraba orgulloso de como su equipo, poco acostumbrado a perder, sabía digerir las derrotas con nobleza y sin culpar a los árbitros de ella. Se enorgullecía del victimismo del que rehuía su equipo. Imagínense de qué forma tan menesterosa han debido de sobrevir a la época de Mou los madridistas como Marías. Y pensar que Florentino Pérez prescindió de Del Bosque justamente por todo lo contrario, por poco escandaloso…

No obstante, esta temporada se le está acabando el chollo a Mourinho. Tras haberse jugado casi en su totalidad la primera vuelta de la liga, el Madrid ha obtenido unos resultados mediocres y se encuentra, como consecuencia de su mal arranque, a dieciséis puntos del líder. En estos momentos, apenas existe un fin por el que luchar, puesto que la liga ya se da por perdida y la Champions no se reanuda hasta febrero. Así que los aficionados, incluyendo los más fieles seguidores de Mourinho, empiezan a cansarse de su excéntrico entrenador. Asimismo, el ataque directo de Mourinho a Casillas, el gran capitán, no ha hecho sino agravar la situación. El entrenador madridista dejó en el banco al gran baluarte blanco ante el Málaga, argumentando que Adán, un portero del montón, estaba en mejores condiciones para jugar que Casillas. Era la primera vez en diez años que el capitán madridista no salía de inicio en un partido importante por decisión técnica. La prensa y los aficionados recibieron con sorpresa y disgusto la suplencia de Iker Casillas. De hecho, tras el partido, en el que cayó derrotado el Madrid (parece ser que Iker no era el problema…), más del ochenta por ciento de los internautas pedían la dimisión de Mourinho en una encuesta del diario MARCA. La suplencia de Iker fue la gota que colmó el vaso, tocó la fibra hasta a quienes se consideraban mourinhistas.

Erre que erre, ayer Mourinho declaraba que no entendía que Casillas fuera un monumento inamovible, y que la semana anterior había sido fantástica a pesar de la derrota y de incrementarse la distancia con el líder, ya que se demostró que el entrenador sigue siendo quien tiene el poder para escoger los once jugadores que ve mejor preparados para salir al campo. Obviamente, ningún jugador en activo es un monumento. Casillas no debe ser inamovible. Sin embargo, a Mourinho le falta comprender que él tampoco es ningún monumento. Y que, en todo caso, dentro del Real Madrid, Casillas es un emblema mayor que él. Casillas no es un símbolo únicamente madridista, sino nacional. En esta distinción radica la importancia de Iker. Hasta gran parte de la hinchada culé siente simpatía por el capitán de su máximo rival. Esta admiración que despierta el portero madridista se debe a los valores tan deportivos y humanos que representa, totalmente opuestos a los que caracterizan a su entrenador. Frente a la humildad, sencillez y afabilidad de Casillas, Mourinho ofrece la imagen de un tipo altivo, engreído y chulo. Él mismo se ha ocupado de esculpir su propio monumento. Cabe recordar que a principio de temporada, Mourinho declamó que no se le podía llamar “The Special One” (el especial), sino “The Only One” (el único).

Es bastante difícil creer que Mou sentó a Casillas por considerar que Adán estaba mejor. Aunque es cierto que Casillas no rindió como nos tiene acostumbrados en el inicio liguero, en los últimos meses se había enderezado y había conseguido jugar a un nivel óptimo. Por tanto, es bastante incomprensible su suplencia. No tiene sentido que siente al mejor portero del mundo. Porque dudar de que Casillas es el mejor portero del mundo o como mínimo, de los tres mejores, es como poner en duda que Messi es el mejor jugador del planeta. A Casillas le avalan tanto los premios colectivos como las distinciones individuales. Ha sido considerado por la FIFA el mejor portero del mundo en los últimos cuatro años. Ha sido protagonista principal de la proeza lograda por la Selección Española, que ha ganado dos Eurocopas y un Mundial en cuatro años, un hecho inédito en la historia del fútbol. Esta última semana, prestigiosos periódicos deportivos internacionales tales como l’Equipe o The Guardian le escogieron como mejor portero del 2012. Tras la consecución de la Eurocopa, el  mismísimo Pelé manisfestó que Casillas merecía ganar el Balón de Oro. Hace apenas dos semanas, Arsène Wenger, el técnico del Arsenal, declaró que era injusto que Casillas no figurara entre los finalistas por la pugna del mismo Balón de Oro.

Quién sabe, quizás Messi tampoco tendría un sitio fijo en el “telebasurizado” Madrid de
José Mourinho…





viernes, 12 de octubre de 2012

¿El inicio del fin?


Llevamos sólo siete jornadas de liga, sin embargo, parece que algo ha cambiado. Por primera vez en los últimos años da la impresión de que esta temporada la liga va estar más reñida y que la diferencia entre el Barça y el Madrid con el resto de equipos se ha reducido. Equipos como el Atlético de Madrid o el Málaga han comenzado de forma soberbia y prometen dar guerra no sólo en la liga, sino también en Europa. No podría recibir mejor noticia el fútbol español que la confirmación del fin de la bipolaridad que ha sufrido la liga en las últimas temporadas. Bipolaridad que ha causado muchos daños más allá de la ausencia de emoción en el campeonato liguero.

Resulta extraño el poco interés que ha despertado la pérdida de grandes figuras de la liga que han desembarcado en campeonatos extranjeros. A mí, al menos, me choca y, por lo tanto, me parece digno de analizar el hecho de que jugadores como Torres, Silva, Mata, De Gea, Cazorla y Javi Martínez hayan abandonado España para emigrar a otras ligas. Cuando la emigración aumenta en un país, es síntoma de que algo malo está sucediendo en ese país. Si la liga es, como bien declaran alegremente la mayoría de fanáticos futboleros españoles, el mejor campeonato de fútbol del mundo, entonces, ¿a qué se debe la emigración de espléndidos jugadores a ligas extranjeras? ¿Qué sentido tendría que un alemán o un sueco se mudaran a España con el fin de buscar trabajo? Obviamente algo no cuadra. Sin embargo, ¿cómo no iba a ser la liga española la mejor del mundo si España ha protagonizado el hito de ganar dos Eurocopas y un Mundial en los últimos cuatro años? ¿Cómo no va a ser la mejor si de las últimas nueve ediciones de la Europa League cinco se las han llevado equipos españoles? 

Messi y CR7 ejemplifican la desigualdad de la liga.
Pues bien, la bipolaridad de la liga, es decir, la superioridad insultante del Barça y el Madrid respecto al resto de equipos, es la respuesta a todas las preguntas formuladas anteriormente. Desde la temporada 1999/2000 a la 2008/2009, durante esos diez años la diferencia media de puntos entre el equipo vencedor de la liga y el tercer clasificado era de once puntos. Asimismo, un gran número de equipos, tales como el Deportivo, Valencia, Real Sociedad, Sevilla o Villareal eran capaces de luchar seriamente junto con el Madrid y el Barça por el título liguero. De hecho, el Deportivo en una ocasión; y el Valencia en dos, consiguieron  ganar la liga. Sin embargo, en los últimos años la superioridad del Barça y el Madrid se ha disparado y, como consecuencia, aquellos equipos que un lustro atrás combatían con ellos por el título liguero han ido diluyéndose hasta convertirse en meros espectadores de los innumerables récords que baten el equipo merengue y el combinado culé año tras año. Durante las tres últimas temporadas, la diferencia media de puntos entre el primer clasificado y el tercero ha pasado de once puntos a treinta y uno. Además, cabe añadir que el año pasado se batieron tres récords en una misma temporada. El Madrid logró superar los 99 puntos del Barça (que ostentaba ser el primer equipo que alcanzaba esa cifra) de dos temporadas atrás y dejó la marca en 100. También sobrepasó los célebres 107 goles del Madrid de Toshack y elevó la cifra hasta los 121. Y, por último, Messi logró con 50 goles batir la marca de 41 goles que Cristiano había conseguido la temporada anterior (nadie desde el año 1951 había logrado anotar más de 38 tantos).

En esta misma bipolaridad en constante aumento de los últimos años reside la razón por la que un considerable número de grandes jugadores se han decantado por fichar por equipos extranjeros, sobre todo de Inglaterra. Mata, Cazorla, Silva o Javi Martínez eran los baluartes de sus respectivos equipos. No obstante, éstos no les ofrecían la posibilidad de luchar por la liga. Así que, al estar ávidos de títulos, ansiaban fichar por uno de los dos equipos más laureados de España. Sin embargo, al no tener cabida ni en el Barça, ni en el Madrid, se inclinaron por trasladar su ambición a otros clubs europeos donde pudieran saciarla.
Como conlusión, los jugadores españoles emigran por la ausencia de alternativas al título. Este fenómeno contrasta totalmete con lo que sucede en Inglaterra. En la Premier League hay al menos cuatro equipos que pugnan por el campeonato, entre estos equipos suelen figurar el Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal o Chelsea. Además, a diferencia de lo que está ocurriendo en España, es realmente complicado ver a un jugador de origen británico emigrar a ligas extranjeras. De hecho, si en este instante nos paráramos a buscar un jugador de nacionalidad inglesa que juegue en nuestra liga terminaríamos enseguida, dado que no hay ni un solo jugador inglés que milite en la liga. En la Premier League los jugadores no necesitan emigrar por motivos de ambición. Ya que, si es por avidez de títulos, pueden fichar por cualquiera de los cinco equipos ingleses que hemos mencionado con anterioridad. Además, cabe resaltar también que los jugadores ingleses suelen ser bastante más fieles a sus equipos que los españoles.

Casillas levantando la Eurocopa recientemente coquistada.
Por otro lado, es cierto que es difícil negar que la liga española es la mejor del mundo cuando, en los últimos cuatro años, la selección española ha logrado algo que ninguna otra selección en la historia ha conseguido: encadenar la consecución de una Eurocopa (2008), un Mundial (2010) y otra Eurocopa (2012). En este maravilloso logro también se refleja la bipolaridad de la liga. Antes de que se disparara la diferencia del Barça y el Madrid respecto al resto de equipos españoles hace apenas tres temporadas, la selección española se había alzado con la Eurocopa de 2008 alineando únicamente a cinco jugadores del Barça y del Madrid en el once titular de la final. El resto de la alineación la componían Capdevila, Marcos Senna (Villareal), Marchena, Silva (Valencia), Cesc (Arsenal) y Fernando Torres (Liverpool). Sin embargo, en el Mundial de Sudáfrica del 2010, cuando la diferencia entre el primer clasificado y el tercero de la liga ya sobrepasaba los veinte puntos, España venció jugando de inicio con diez jugadores culés y madridistas en la final contra Holanda. De la misma forma que en la reciente consecución de la Eurocopa de Ucrania y Polonia; Del Bosque alineó de nuevo a diez jugadores pertenecientes al Barça o al Madrid para disputar la final ante Italia.

El Atleti de Falcao ganó la última Europa League.
El hecho de que haya salido victorioso un equipo español en cinco de las últimas nueve ediciones de la Europa League, también refleja la bipolaridad que sufre la liga española. Es totalmente positivo que clubs españoles logren hacerse con la segunda competición europea más importante. Sin embargo, lo que no es positivo es que únicamente estén capacitados para competir en la Europa League. Desde que alcanzara el Villareal las semifinales de la Champions del 2006, ningún otro equipo español, con excepción del Barça y del Madrid, ha logrado repetir la hazaña del submarino amarillo. Sin embargo, en siete de las últimas ocho ediciones de la Champions League ha estado un equipo inglés presente en la final: Arsenal (2006), Liverpool (2005, 2007), Manchester United  (2008, 2009, 2011) y Chelsea (2008, 2012).

Resulta evidente que España tiene una suerte enorme de contar con el Barça y el Madrid, los dos equipos más fuertes del mundo, ya que hay muy pocos combinados en el planeta que puedan hacerles frente. No obstante, en esta suerte radica, paradójicamente, el infortunio de la liga española; puesto que el potencial de los equipos españoles se reduce únicamente al Barça y el Madrid. Es cierto que estos dos equipos son los más desequilibrantes del mundo, sin embargo, acaparan toda la capacidad de la liga para competir a primer nivel. Es decir, todo lo que tienen de superior respecto al resto de grandes  clubs europeos, es lo que tienen de inferior aquellos equipos españoles que se tienen que conformar con competiciones secundarias. La liga española y, por consiguiente, los equipos españoles, carecen de un punto de equilibrio que sí que existe en la Premier League. Por esta misma razón es esperanzador que la temporada actual haya comenzado de una forma considerablemente igualada. Equipos como el Málaga o el Atlético de Madrid parece que se han propuesto seriamente codearse con la élite del fútbol español. Además, el Málaga ha comenzado exhibiéndose en Europa, desplegando un fútbol exquisito encabezado por un espléndido Isco. Por otra parte, el Atlético comparte liderato con el Barça, después de haber iniciado la temporada con un pundonor y una confianza dignos de admiración; y con un Falcao soberbio que se ha confirmado como el delantero centro más eficaz del momento.

Si al final de la temporada jugadores tan destacables como Isco o Falcao permanecen en sus equipos, será una prueba palpable de que la liga vuelve a ir en la senda correcta.

sábado, 28 de abril de 2012

YO VI JUGAR AL BARÇA DE GUARDIOLA


Llevaba bastante tiempo deseando escribir de nuevo en este blog después de casi un año ausente. El problema era que no encontraba el tema ni el artículo ideal con el que regresar. Sin embargo, hoy, con la marcha de Pep Guardiola, es el día en el que me he visto más forzado por mis propias pasiones futbolísticas a volver a ponerme enfrente del ordenador para escribir sobre este deporte que consigue como ningún otro eternizar a seres humanos, entre los cuales se encuentra indudablemente Pep Guardiola.

Por todo lo que he leído acerca del anuncio de Pep Guardiola de abandonar el Barça, me da la sensación de que la gente no es totalmente consciente de lo que ello significa ni de cuánto representa la figura de Guardiola en el fútbol actual. Desde que llegara hace cuatro años a la entidad culé como un técnico novato, Pep y su Barça no han dejado indiferente a nadie. En cuatro temporadas como  jefe de la plantilla culé, ha añadido trece títulos a las vitrinas del club (con la opción de sumar otro más si ganan la final de la Copa del Rey) y ha batido innumerables récords. No obstante, el éxito y reconocimiento mundial que ha tenido este Barça no radica en su palmarés, sino en la forma en la que ha conseguido alcanzar la gloria y los valores que ha transmitido en la victoria.

Nada más llegar al banquillo del Barça, Guardiola se encontró con un gran dilema: Messi deseaba participar en los JJOO de Pekín que transcurrían en agosto. Sin embargo, el Barça en un principio se negó a permitir al astro argentino asistir a los juegos, ya que durante ese mes disputaban la eliminatoria para acceder a la Champions y un par de partidos de liga. Pep decidió mimar al argentino y le permitió perderse unos cuantos partidos por jugar con su selección. Esa fue la primera y mejor decisión tomada por el técnico culé. A cambio, Messi no sólo le ha correspondido marcando goles desde el comienzo de la era Guardiola, sino que ha exprimido totalmente sus virtudes como jugador y lleva años siendo con diferencia el mejor jugador del mundo. A este acierto le sucedieron numerosos más, entre ellos el hecho de ratificar e incluso llegar a superar la filosofía de juego de toque que implantó en el Camp Nou años atrás su  mentor, Johan Cruyff. Este Barça ha puesto de moda un fútbol atractivo de toque, en el cual la posesión de balón es su máxima expresión. Ha rehuído totalmente del fútbol impulsivo dándole una pausa al juego con un excelente trato de la pelota. El balón ha de salir jugado desde el portero al delantero, ‘pelotazo’ se ha convertido en una palabra prohibida y censurada en “Can Barça”. Además, por si no fuera poco, Guardiola copió del laureado Milan de Arrigo Sacchi la obsesión por presionar intensamente desde el ataque para recuperar el balón en campo contrario.   A todos los logros citados anteriormente cabe añadir uno muy importante, el hecho de que Guardiola haya hecho debutar bajo su tutela a veintidós canteranos, entre los cuales se encuentran jugadores tan espléndidos y determinantes como Busquets, Pedro, Thiago, Cuenca y Tello. La ingente confianza que ha depositado en la cantera culé se refleja por ejemplo en que ganara dos finales de Champions utilizando a ocho canteranos, un hecho inaudito en la historia del fútbol.

Pues bien, a pesar de todas estas marcas que ha dejado el Barça de Pep en el fútbol, me da la sensación de que no se le está tratando como es debido al técnico de Santpedor. Muchos aficionados lo tildan de cobarde por declarar que se marcha en el momento en el que su equipo ya no puede optar a los dos títulos más importantes (Champions y Liga), insinuando algunos que si hubiera revalidado una de estas dos competiciones que ganó la temporada anterior, habría renovado sin ninguna duda. Además, se le ha restado protagonismo haciendo público el mismo día quién iba a ser su sucesor, de tal forma que los medios de comunicación casi se han centrado más en la figura de Tito Vilanova, quien le reemplazará en el banquillo, que en la del propio Pep.

Bajo mi punto de vista, es una injusticia total que algunos duden de la profesionalidad de Guardiola, ya que durante estos cuatro años se ha volcado en su trabajo, como bien se puede apreciar en el desgaste físico que ha sufrido. Si ha dejado el Barça en estos momentos es porque necesita descansar de la presión a la que somete un club de tal calibre y porque considera que el Barça necesita innovar para no quedarse estancado en su fútbol, como le ha pasado en el tramo final de esta temporada. Guardiola es el artífice de conseguir algo nunca visto en tantas ocasiones en el fútbol, que equipos de la magnitud del Real Madrid, Chelsea, Milan, Arsenal o Inter de Milán renuncien desde un principio a la posesión de balón y se dediquen durante todo el partido a correr tras él con el fin de jugar a la contra cuando se hagan con el esférico. Este ha sido, por desgracia para el fútbol, el único método con el que se ha logrado parar el vendaval culé y  el cual, requiere que el Barça busque innovaciones en su juego de toque para poder penetrar la muralla que tantos equipos plantan en su área cuando juegan contra ellos. Guardiola ha acabado exhausto al verse obligado a introducir tantas innovaciones, de hecho, durante los últimos años  ha probado casi todas las variantes ofensivas: ha  jugado sin un delantero fijo, ha jugado con un 3-4-3, ha variado la posición de muchos de sus jugadores… Sin embargo,  a pesar de todos sus aciertos tácticos, ahora se ve incapaz de tener que llevar a cabo el duro trabajo que requiere desarbolar a un equipo que planta a once jugadores en su zona de campo para defender.

En este mismo fenónomeno que ha propiciado la marcha de Guardiola, se plasma paradójicamente el éxito de sus ideales. El magnífico juego que ha desplegado el Barça durante los últimos cuatro años ha infundido tal repeto en sus rivales, que éstos salen al campo con la impresión de ser sumamente inferiores al conjunto catalán. Nadie recuerda haber visto nunca antes jugadas tan bien hilvanadas como las de este Barça, ni juego tan deleitoso como el que nos ha ofrecido un equipo que ha tenido en la figura de Pep Guardiola a su máximo exponente. Por el bien de la salud de nuestros recuerdos, nos debemos proponer no olvidar jamás la fructífera aportación de Guardiola al mundo deportivo y cultural, porque lo que ha conseguido este  personaje ha sido convertir por momentos el deporte en arte.