José Mourinho es un gran
entrenador. Sabe mucho de fútbol y ha cosechado a lo largo de su carrera como
técnico numerosos títulos. Es amado e idolatrado por los seguidores de todos -ahora
más bien, casi todos- los equipos que ha dirigido. Todo esto es indiscutible
por mucho que sus detractores se obstinen en rebatirlo.
Su soberbia, su arrogancia y su
zafia chulería parecieron agradar al madridismo en sus dos primeras temporadas.
Todo apuntaba a que se había convertido en la nueva insignia de la afición
merengue, que dirigía fervorosamente gran parte de sus cánticos al portugués.
Mou había logrado reducir considerablemente la diferencia abismal que había
separado al Madrid del Barça en las últimas campañas. Además, logró incrementar
hasta límites inimaginables la enemistad entre merengues y culés. Al
madridismo, sobre todo a los aficionados más jóvenes, les apasionaba este nuevo
y valiente “mártir” que siempre se escudaba en los errores arbitrales y que, de
forma muy osada, lanzaba en las ruedas de prensa innumerables pullas al
barcelonismo y, mayormente, a Pep Guardiola. Se le encomiaba por su franqueza y
por ser todo lo contrario que su homólogo barcelonista, a quien se le criticaba
con dureza por su falsa modestia. Parecía encajar como anillo al dedo en esta
sociedad donde tanto gusta la polémica, la sobreactuación y la desviación de
las propias culpas. Este nuevo ambiente grotesco que envolvía a Mourinho y al
madridismo por extensión, no se alejaba mucho de la siempre existosa telesbasura
que tan buena audiencia cosecha. Digamos que Mourinho “telebasurizó” al Real
Madrid. La victoria y el infatigable propósito de desbancar al Barça se
convirtieron en el primer y único principio del Madrid de Mou. De qué importa
la calidad de un programa, si prescindiendo de ésta se pueden obtener
perfectamente buenos resultados de audiencia. Este Madrid acaudillado por
Mourinho adaptó mejor que nadie el método representado en la frase “el fin
justifica todos los medios”.
Tal obsesión acabó también por mutilar la
idiosincrasia del Real Madrid, sus valores. El club merengue se había
caracterizado siempre por su señorío. De hecho, leyendo unos artículos que
escribió Javier Marías, madridista empedernido, en la década de los ochenta y
noventa, me he percatado, aún más si cabe, de este cambio brutal que han
sufrido los valores tradicionales del Real Madrid . Marías, en sus escritos, se
mostraba orgulloso de como su equipo, poco
acostumbrado a perder, sabía digerir las derrotas con nobleza y sin culpar a
los árbitros de ella. Se enorgullecía del victimismo del que rehuía su equipo.
Imagínense de qué forma tan menesterosa han debido de sobrevir a la época de
Mou los madridistas como Marías. Y pensar que Florentino Pérez prescindió de
Del Bosque justamente por todo lo contrario, por poco escandaloso…
No obstante, esta temporada se le
está acabando el chollo a Mourinho. Tras haberse jugado casi en su totalidad la
primera vuelta de la liga, el Madrid ha obtenido unos resultados mediocres y se
encuentra, como consecuencia de su mal arranque, a dieciséis puntos del líder.
En estos momentos, apenas existe un fin por el que luchar, puesto que la liga
ya se da por perdida y la Champions no se reanuda hasta febrero. Así que los
aficionados, incluyendo los más fieles seguidores de Mourinho, empiezan a
cansarse de su excéntrico entrenador. Asimismo, el ataque directo de Mourinho a
Casillas, el gran capitán, no ha hecho sino agravar la situación. El entrenador
madridista dejó en el banco al gran baluarte blanco ante el Málaga,
argumentando que Adán, un portero del montón, estaba en mejores condiciones
para jugar que Casillas. Era la primera vez en diez años que el capitán
madridista no salía de inicio en un partido importante por decisión técnica. La
prensa y los aficionados recibieron con sorpresa y disgusto la suplencia de
Iker Casillas. De hecho, tras el partido, en el que cayó derrotado el Madrid (parece
ser que Iker no era el problema…), más del ochenta por ciento de los
internautas pedían la dimisión de Mourinho en una encuesta del diario MARCA. La
suplencia de Iker fue la gota que colmó el vaso, tocó la fibra hasta a quienes
se consideraban mourinhistas.
Erre que erre, ayer Mourinho declaraba
que no entendía que Casillas fuera un monumento inamovible, y que la semana
anterior había sido fantástica a pesar de la derrota y de incrementarse la
distancia con el líder, ya que se demostró que el entrenador sigue siendo quien
tiene el poder para escoger los once jugadores que ve mejor preparados para
salir al campo. Obviamente, ningún jugador en activo es un monumento. Casillas
no debe ser inamovible. Sin embargo, a Mourinho le falta comprender que él
tampoco es ningún monumento. Y que, en todo caso, dentro del Real Madrid,
Casillas es un emblema mayor que él. Casillas no es un símbolo únicamente
madridista, sino nacional. En esta distinción radica la importancia de Iker.
Hasta gran parte de la hinchada culé siente simpatía por el capitán de su
máximo rival. Esta admiración que despierta el portero madridista se debe a los
valores tan deportivos y humanos que representa, totalmente opuestos a los que
caracterizan a su entrenador. Frente a la humildad, sencillez y afabilidad de
Casillas, Mourinho ofrece la imagen de un tipo altivo, engreído y chulo. Él
mismo se ha ocupado de esculpir su propio monumento. Cabe recordar que a
principio de temporada, Mourinho declamó que no se le podía llamar “The Special
One” (el especial), sino “The Only One” (el único).
Es bastante difícil creer que Mou
sentó a Casillas por considerar que Adán estaba mejor. Aunque es cierto que
Casillas no rindió como nos tiene acostumbrados en el inicio liguero, en los
últimos meses se había enderezado y había conseguido jugar a un nivel óptimo. Por
tanto, es bastante incomprensible su suplencia. No tiene sentido que siente al
mejor portero del mundo. Porque dudar de que Casillas es el mejor portero del
mundo o como mínimo, de los tres mejores, es como poner en duda que Messi es el
mejor jugador del planeta. A Casillas le avalan tanto los premios colectivos
como las distinciones individuales. Ha sido considerado por la FIFA el mejor
portero del mundo en los últimos cuatro años. Ha sido protagonista principal de
la proeza lograda por la Selección Española, que ha ganado dos Eurocopas y un
Mundial en cuatro años, un hecho inédito en la historia del fútbol. Esta última
semana, prestigiosos periódicos deportivos internacionales tales como l’Equipe o The Guardian le escogieron como mejor portero del 2012. Tras la
consecución de la Eurocopa, el mismísimo
Pelé manisfestó que Casillas merecía ganar el Balón de Oro. Hace apenas dos
semanas, Arsène Wenger, el técnico del Arsenal, declaró que era injusto que
Casillas no figurara entre los finalistas por la pugna del mismo Balón de Oro.
Quién sabe, quizás Messi tampoco
tendría un sitio fijo en el “telebasurizado” Madrid de
José Mourinho…
siempre con el mismo tema, le dais el placer a Mourinho de ser el centro de atención que es lo que quiere.De todas formas muy bueno el artículo.
ResponderEliminarCesar, tu ni caso, este artículo me ha dejado con la boca abierta. Soy Pablo. +1000!!
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